#MeToo mexicano, el movimiento que evidenció una epidemia contra ellas

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Se siguen acumulando denuncias en redes con el #MeToo

Ya van ocho días desde que el testimonio de una activista en redes sociales abrió el hilo (21 de marzo) sobre una denuncia pública de acoso sexual por parte de un escritor. El canto se hizo coro y alcanzó a muchos ámbitos de la vida pública.

En una semana se viralizaron los hashtags #MeTooEscritoresMexicanos, #MeTooPeriodistasMexicanos, #MeTooAcadémicosMexicanos, #MeTooActivistasMexicanos; #MeTooPolíticosMexicanos; #MeTooCineMexicanos, #MeTooAgenciasMexicanas, #MeTooTeatroMexicano, entre otros.

Se expuso de todo: desde violaciones, acoso y hostigamiento sexual, hasta relaciones sentimentales abusivas o discriminación de género en el ámbito de trabajo.  

Muchas de estas acusaciones son constitutivas de delitos enunciados en la Ley General de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), que describe este flagelo (la violencia contra las mujeres) como cualquier acto u omisión basada en su género que les cause a las mujeres daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte, tanto en el ámbito privado como en el público.

Y aunque inicialmente el #MeToo sirvió para denunciar violencias sexuales, también permitió revelar otras agresiones menos visibles. Por ejemplo, algunos testimonios relatan insultos, humillaciones, amenazas, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas o rechazo, que son agresiones que pueden llevar a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio, según la LGAMVLV.

Con la lluvia de relatos, se puso nombre y vivencia a lo que -como reveló este movimiento- es un patrón de sometimiento, violencias, exclusión y encubrimientos sistemáticos en los espacios en los que se desenvuelven profesionalmente las mujeres.  

Vamos a los datos:

-Escritores: Este ámbito fue el origen de todo pero a pesar de ello, ninguna institución pública de cultura o casa editorial se pronunció al respecto; sin embargo, muchos de los denunciados son autores de poemas, novelas y otras publicaciones famosas en las que -paradójicamente- las mujeres son las protagonistas de sus relatos.

-Periodistas: De acuerdo con la recién creada Periodistas Unidas Mexicanas (PUM), en sólo tres días (del 23 al 25 de marzo) se recopilaron en sus redes sociales 120 denuncias, 99% contra varones, 11 de ellos fueron denunciados por más de una persona.

PUM enlistó los nombres de empresas de noticias que tienen o tenían en su personal a los señalados. Acá el comunicado:

En este ámbito también se denunció a fotógrafos, muchos de ellos que colaboran en una agencia de fotografía periodística cuyo director, por cierto, actualmente tiene una exposición abierta en la Ciudad de México sobre mujeres en la guerrilla.  

-Activistas: En este ámbito destacaron al menos dos casos porque los agresores son figuras públicas ampliamente conocidas por su labor a favor de los derechos humanos, uno de ellos ahora pertenece a la función pública.

Los denunciados no sólo rechazaron las acusaciones, sino que dijeron que eran víctimas de un “tribunal paralelo” (estrategia de comunicación para inducir una “realidad”) o “linchamiento” en redes. Acá también salieron nombres de personajes que han presidido más de una organización civil, incluso que defienden los derechos de las periodistas.

-Cineastas: Uno de los nombres que salió a la luz es ampliamente reconocido porque recién fue galardonado en la entrega del Oscar por una película que -según comentaron varios analistas y asociaciones civiles- reivindica la condición social de las trabajadoras del hogar en México.

Los responsables

Aunque en casos de violencia contra las mujeres los responsables directos son los agresores, algunos de los medios en los que trabajaban los periodistas señalados, como Periodistas de A pie, la agencia de noticias feminista CimacnoticiasChilango, Reforma y Máspormás respondieron públicamente a las denuncias en Twitter. Dijeron, respectivamente, que diseñarán protocolos de actuación en casos de hostigamiento sexual, iniciarán investigaciones internas, o separarán de sus puestos a quienes resultaron señalados.

El resto de los medios donde trabajan o trabajaban periodistas señalados guardaron silencio.

Algunos de los hombres aludidos respondieron en sus cuentas personales: la mayoría señaló que aplaudían el movimiento #MeToo pero negaban la veracidad de las acusaciones en su contra; otros aceptaron haber sido violentos pero -matizaron- en una menor dimensión de la que ahora se les acusa; y otros rechazaron categóricamente los hechos.

Sin embargo, muchos de los cuestionamientos vinieron contra las denunciantes por no acudir a la vía legal.

Por ejemplo, Marta Lamas, una de las académicas mexicanas que impulsó al feminismo hace unas décadas (aunque ha sido cuestionada por nuevas generaciones de feministas) mencionó en una entrevista radiofónica: “creo que muchas de las denuncias sobran. Aguas con la manera con la que se hacen las cosas, el fin no justifica los medios, importante seguir ciertos pasos para que las denuncias sean validadas”.

En primera, ya no debe caer en las mujeres, en el movimiento feminista y en las organizaciones civiles la responsabilidad de buscar iniciativas creativas para denunciar la violencia contra ellas; son las industrias y el Estado quienes deben desarrollar medidas para erradicar este flagelo, aseguró en entrevista para Cuestione, Aimée Vega Montiel, Doctora y Maestra en Periodismo y Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Y es que -dijo- en el caso del gremio periodístico, desde 2006 la Secretaría de Gobernación firmó con la Cámara de la Industria de la Comunicación un acuerdo en el que dos mil industriales se comprometían a incorporar medidas para erradicar la violencia contra las mujeres en los contenidos y al interior de sus centros de trabajo; sin embargo, “este acuerdo se quedó en letra muerta”.

La académica -con amplias investigaciones sobre comunicación y género en México- reflexionó que el movimiento #MeToo permitió visibilizar el carácter estructural de la violencia contra las mujeres que se expresa en todos los espacios y en todas las etapas de su vida.

Vega también explicó que la denuncia anónima y pública es un principio de justicia social, ya que aunque se haga de esa forma hay descalificaciones, sospechas y ataques en redes.

Además, muchas de las denunciantes del #MeToo relataron que cuando fueron ante las autoridades, éstas garantizaron la impunidad de los agresores.

“Ninguna de nosotras quisiera denunciar por el simple hecho de que ninguna hubiera querido ser víctima de la violencia. No es a las víctimas a quienes tenemos que seguirles exigiendo formas correctas de denunciar, corresponde a las autoridades (universitarias, industrias, gobierno, etc) responder”, sentenció la investigadora.

En ello coincide la antropóloga social, Magali Barreto, en su artículo Violencia de género y denuncia pública en la universidad: “La divulgación mediática de los daños e injusticias ha sido, en efecto, un arma eficaz utilizada por diferentes luchas, entre las que destaca el movimiento feminista (…) así los agravios transitan de la experiencia personal a la colectiva.

“Las herramientas virtuales (como las redes sociales) en movimientos sociales facilitan la solidaridad y pueden generar cambios positivos para las denunciantes”, detalló Barreto.

Y es que -según sus hallazgos- los delitos de violencia sexual sortean diversas barreras para ser reconocidos y sancionados por las autoridades. La primera es la aceptación de las agredidas, ya que la mayoría no identifican los signos de la violencia; la segunda es que experimentan culpa, vergüenza, ambivalencia y miedo; y las que deciden denunciar legalmente se enfrentan a dispositivos de negación que utilizan las instituciones.

La investigadora concluyó que “la vergüenza, la rabia y el desprecio son sentimientos comunes, provocados por el menosprecio, y pueden transformarse en el impulso motivacional de la lucha social. Sólo la existencia de una comunidad ética organizada puede resarcir los daños y procurar el reconocimiento en las diferentes esferas: individual, jurídica y social”.

En este caso, las agresiones ocurrieron principalmente en los centros de trabajo. El acoso y el hostigamiento sexual y laboral son un ejemplo de las agresiones que se pueden vivir en este ámbito y, como tal, son delitos que también pueden denunciarse al interior de los centros de trabajo, en los Ministerios Públicos, y en las instancias de justicia laboral. La Ley Federal del Trabajo, el Código Penal, y la LGAMVLV lo establecen.

¿Qué sigue?

Al cierre de esta edición, las cuentas que se abrieron para hacer denuncias anónimas continúan activas y publicando…

Leíste las denuncias y ¿sentiste que era una situación que conocías?

¿Será el momento de que el miedo, la vergüenza y las consecuencias de la agresión que hasta ahora habían cargado las víctimas, recaiga por primera vez en quienes agreden?

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